“Argentum”: Exposición inaugural del Guil Cultural Contemporáneo
Guadix, del 23 al 31 de agosto de 2025
Antiguo Palacio de Hernán Valle, Plaza de Pachecos 3, Guadix.
El Guil Cultural Contemporáneo acogió su exposición inaugural "Argentum" de la artista Mariángeles Lázaro Guil, una propuesta que convirtió el aluminio en lenguaje artístico a través de esculturas y esmaltes cargados de fuerza expresiva. La muestra invitó a vivir el arte como experiencia compartida, en un espacio donde lo industrial se transformó en belleza.
Cada entrada permitió participar libremente en el taller artístico comunitario, dentro del horario de apertura. Además, dio acceso al sorteo de una obra original de la artista: una pieza única de esmalte sobre aluminio que se entregó el 31 de agosto entre todas las personas asistentes.
Bajo el lema No compres mi arte, haz que te toque
, Guil propuso una forma distinta de acercarse al arte: no solo observarlo, sino hacerlo propio.
"Argentum" fue el nombre latino para la plata, un metal precioso que, a lo largo de la historia, tuvo un simbolismo tanto de valor material como de valor espiritual. Fue una metáfora de la transformación y la transmutación. Aludió a la historia de la minería y la explotación de los metales preciosos, en la que el "valor" del metal estuvo vinculado no solo a su escasez, sino también a la historia de su extracción y el impacto que tuvo en la naturaleza y las sociedades.
El aluminio en la obra de arte
La historia de la extracción y tratamiento de los metales fue, de hecho, un tema fascinante, y el aluminio, tan común en la vida diaria, también tuvo una historia importante en la industria moderna. A pesar de ser el metal más abundante en la corteza terrestre, no se encontró de manera libre en la naturaleza y requirió un proceso complejo para ser extraído y purificado. Además, el reciclaje del aluminio conservó una gran cantidad de energía y recursos, lo que lo convirtió en un material especialmente relevante para la reflexión sobre la sostenibilidad.
El metal reciclado para esta obra
Trabajar con aluminio reciclado no fue solo una elección técnica interesante, sino también filosófica. El reciclaje de materiales se convirtió en una forma de resistencia artística frente a la cultura del consumo y el derroche, y el aluminio fue un material que pudo ser reciclado una y otra vez sin perder sus propiedades. Esta idea de "reciclaje" no solo tuvo un valor ecológico, sino también simbólico: el reciclaje pudo verse como una forma de dar nueva vida a algo que ya había sido utilizado, transformando un objeto que parecía haber perdido su valor en algo nuevo, creativo y significativo.
La geometría de las flores
Todas las flores estuvieron impregnadas de patrones geométricos que fueron tanto naturales como matemáticos, pero al mismo tiempo, al emplear un material industrial como el aluminio reciclado, se introdujo una tensión entre la armonía natural y la intervención humana, que afectó profundamente los ecosistemas, al mismo tiempo que intentó recrearlos, reinterpretarlos y preservarlos.
¿Cuántas flores sobrevivieron a un baño de metal?
La pregunta fue una metáfora de la forma en que el hombre, al intentar dominar o imitar la naturaleza, a menudo la destruyó en el proceso. La artista trató la relación entre creación y destrucción, entre el deseo humano de apoderarse de la belleza y la inevitabilidad de que el proceso también conllevase un costo, una pérdida. La luminosidad del metal capturó la esencia efímera de la flor, mientras que la estructura simbolizó la resistencia y la permanencia. Las superficies del aluminio reciclado tuvieron imperfecciones o marcas que contaron la historia de su transformación.
Reflexiones ampliadas de la artista:
La artista subrayó que el uso del aluminio reciclado no fue únicamente un gesto técnico, sino un posicionamiento ético frente a la sociedad contemporánea. Cada pieza recordó que la materia conserva memoria, y que las huellas de su uso anterior se convirtieron en parte de la obra. La imperfección, lejos de ser un defecto, fue un testimonio de la vida previa del material.
“Argentum” se convirtió así en un espacio de diálogo entre lo natural y lo industrial, entre lo efímero y lo permanente. La geometría de las flores, reproducida en metal, planteó preguntas sobre la capacidad humana de preservar la belleza sin destruirla. La tensión entre la fragilidad de la flor y la dureza del aluminio fue, para Guil, una metáfora de la relación entre humanidad y naturaleza.
La artista insistió en que el reciclaje fue también un acto de esperanza: la posibilidad de que lo desechado volviese a tener sentido. Cada obra fue un gesto de resistencia frente a la lógica del consumo, y al mismo tiempo, una invitación a repensar nuestra relación con los objetos y con el entorno.
En este sentido, “Argentum” no fue solo una exposición de esculturas y esmaltes, sino una declaración de principios. Fue un llamado a reconocer que la belleza pudo surgir de lo cotidiano, de lo industrial, de lo que parecía carecer de valor. Fue también una reflexión sobre la memoria: la memoria de los materiales, de las flores, de los paisajes, y de las sociedades que convivieron con ellos.


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