Monumento a los obreros 'Huelga del 70' de GUIL

 

Maqueta del Monumento con la propuesta de iluminación (Foto: 2004 ©Archivo GUIL)



Monumento a los Obreros de la Huelga del 70 y Declaraciones de Mariángeles Lázaro Guil

Antecedentes Históricos

El monumento conmemora el trágico suceso ocurrido el 21 de julio de 1970 en Granada, en el que tres albañiles – Antonio Huertas Remigio, Antonio Cristóbal Ibáñez y Manuel Sánchez Mesa – fueron abatidos por disparos de la policía franquista durante una huelga en defensa de un convenio colectivo digno. Este acontecimiento, que marcó un antes y un después en la lucha obrera en España y tuvo repercusión internacional, se reivindica ahora como símbolo de la lucha por los derechos laborales, la solidaridad y la democracia.

Concepción del proyecto y financiación

Con la intención de rescatar y preservar la memoria del sacrificio de estos trabajadores, se impulsó la creación de un monumento que sirviera de recordación y de símbolo de lucha. El proyecto contó con la aprobación del pleno municipal y se abrió una colecta popular –iniciada cinco meses después de dicha aprobación– para sufragar el coste de la escultura, cuyo presupuesto ascendía a 14 millones de pesetas.

Maqueta del Monumento (Foto: 2004 ©Archivo GUIL)

En caso de no conseguirse la totalidad de los fondos mediante la cuestación popular, las instituciones previstas aportarían la diferencia, según los promotores y los sindicalistas presentes en el acto.

Diseño, técnica y características estructurales

La obra, de más de siete metros de altura y realizada en mármol, fue diseñada y ejecutada por la escultora Mariángeles Lázaro Guil. El monumento se erige en la Avenida de la Constitución, a escasos metros del lugar donde se produjeron los hechos fatídicos.


La escultura se compone de un relieve de tres caras que simbolizan, en forma de narrativa visual, la lucha obrera, la conquista de la democracia y la consolidación de los derechos y libertades.


Traslado y segundo montaje (Foto: 2010 ©Archivo GUIL)


Traslado y segundo montaje (Foto: 2010 ©Archivo GUIL)


El monumento, tipificado como un prisma triangular de base equilátera, se forma a partir de la talla directa en medio y en hueco-relieve, lo que permitió representar un conjunto de casi trescientas figuras –algunas de ellas oculta tras pancartas o agrupadas simbólicamente– que emergen de los bloques de piedra. Destacaron, en la selección de materiales, los bloques de las canteras de Macael y las piezas de travertino de Albox, integradas en el basamento de la obra. Cada una de las tres caras puede ser observada de forma secuencial, integrando al espectador en la representación dinámica del suceso histórico.

Simbolismo y legado artístico

En la propuesta estética de Mariángeles Lázaro Guil se plasma un compromiso con la función del arte como herramienta para preservar la memoria y transmitir la experiencia colectiva. La escultura no es solo una representación gráfica de un hecho histórico; es también un símbolo de la resistencia, la solidaridad y la lucha constante por la justicia social.

La obra lleva impresa una pancarta con la inscripción “HUELGA DEL 70”, la cual se erige como emblema del espíritu combativo de los obreros. El monumento, cuyo diseño incorpora elementos que evocan la imagen de un “Muro en la Cultura”, fue concebido para que la monumentalidad de su forma y la sencillez de sus escenas –casi semejantes a un cómic tallado en mármol– se transformen en un mensaje accesible para todos, en especial para las nuevas generaciones que, al pasar junto a la obra, son interpeladas a conocer y comprender un capítulo crucial de la historia laboral y democrática de España.

Declaraciones y reflexiones de Mariángeles Lázaro Guil

La motivación para la creación de este monumento emergió en un contexto de efervescencia social, que la propia artista remonta a una huelga general del 27 de enero de 1995. En esa jornada, la experiencia estética y el compromiso con la causa obrera se fusionaron en lo que ella describe como "la percepción del arte como energía de lo cotidiano, como batería inagotable que siempre se está cargando con el espíritu de su época."

Entre tantos espectadores que se asomaron por el Muro de la Cultura, se hallaba Carlos Martín Izquierdo, espectador muy representativo de lo que yo intentaba defender a través de mi obra. Conversamos largo y tendido acerca del espíritu de la huelga, de Comisiones Obreras y del papel social de los sindicatos, sin dejar de profundizar en aquella famosa huelga del 70, donde no debió de haber muerto nadie.

Esa luz que aflora y traspasa el mármol, haciéndolo cálido, es la misteriosa aportación del arte a todos los esfuerzos solidarios, es también mi forma respetuosa de homenajear a aquellos que ya han desaparecido.

Estas citas evidencian cómo, para Mariángeles Lázaro Guil, la obra trasciende el mero acto de esculpir; se trata de un compromiso ético y artístico para que la memoria viva en el imaginario colectivo, sirviendo de recordatorio constante de la lucha por los derechos humanos y laborales.

Impacto y recepción

La inauguración del monumento, celebrada el 21 de julio de 2000 –exactamente 30 años después del trágico suceso– congregó a casi un millar de personas, entre ellos sindicalistas, ciudadanos y representantes políticos. La emotividad del acto y el interés por la memoria histórica se vieron reflejados en las numerosas espontáneas felicitaciones y en el reconocimiento de la obra como un tributo legítimo a los obreros muertos, al tiempo que se rechaza cualquier intento de olvidar un episodio de lucha y sacrificio.

El legado del monumento se proyecta más allá de la mera conmemoración; es un llamado permanente a mantener viva la memoria, a aprender de la Historia y a continuar la lucha por condiciones laborales dignas y el respeto por los derechos fundamentales.

Fuentes:
Octubre, 2000. Carlos Martín Izquierdo. Revista de  FECOMA de CC.OO. Granada.


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