Programa de mano: Premios P. A. de Alarcón escrito por Antonio Enrique (1997)

 

PEDRO Á. DE ALARCÓN, por la escultora Lázaro Guil

Escrito por Antonio Enrique.

Hacia los cuarenta de su edad, año arriba, año abajo, Pedro A. de Alarcón ha vivido tanto, tan numerosas han sido las vicisitudes de su existencia, que de él bien pudiera decirse ser dueño de su rostro y semblante. Repetidamente ha arriesgado su vida y con certeza una vez le ha sido perdonada; ha tenido cuatro hijos, de los que ya han muerto dos; ha fundado periódicos y hostigado a todo poder establecido: de revolucionario ha ido, no obstante, adoptando actitudes más moderadas.

Ha viajado por Italia y Marruecos, así como por gran parte de la península; ha desempeñado los cargos de diputado electo, consejero de Estado y ministro plenipotenciario, pero también conoce el destierro. Ha fracasado en el teatro, pero obtenido un éxito sin precedentes con el Diario de un testigo de la guerra de África.

“¡Era otro hombre! Y sin embargo no fui otro escritor.”

Este “pura sangre” de la literatura, que ya ha publicado algunas de sus obras esenciales —El escándalo, El sombrero de tres picos— y se dispone a consolidar su prestigio con El niño de la Bola o La pródiga, que guarda celosamente para sí su intimidad más profunda, este Pedro Antonio al que ya comienzan a sombrearle demasiados recuerdos, que se acuesta a las ocho de la tarde para levantarse a fin de escribir a la una de la madrugada, es el que la escultora Mª Ángeles Lázaro Guil ha captado con mirada hábil y gubia certera: un Alarcón asendereado por el vendaval de las agitadas ideas de la época, astuto, elocuente, sensible, contradictorio, pero al que la vida le va pesando y mucho.


Es cordial, generoso, imprevisible. Se ha dejado la vida en los caminos a bordo de aquellas diligencias que hacían noche en las ventas. En agilidad, tensión y pulso narrativo pocos le ganan, mucho menos en la empatía arrolladora para con los lectores. Es un zorro a la hora de detectar el interés humano de un argumento y un galgo para perseguirlo hasta el desenlace. Su voz suena siempre cercana, pero proviene del misterio.


Y vemos aquí, pulido, armonioso, un rostro poseído por un íntimo afán, que invariablemente le lleva a la insatisfacción: en el semblante aguileño, de inequívoca contextura norteafricana, destacan, de entre el boscaje de la barba raudal, la nariz fuerte, como hecha a los grandes anhelos, y el cráneo potente y en contraposición la boca pequeña, sensual, las mejillas austeras. Esto, sin embargo, es el arco supraorbital lo que, en grado señero, atrae nuestra atención. Aquí, en este saliente óseo, gravita el peso anímico de este hombre de personalidad robusta como la de pocos de sus contemporáneos. Es terco, pero también bizarro, bien se ve. Son unas cejas perfiladas, un tanto aquilinas, mefistofélicas, y un surco aterrador, sesgando de arriba hacia abajo. En este pliegue del ceño puede que radique todo cuanto nunca nos dijo de sí. Es una ofuscación, el rastro de un ensueño permanente. Cierta melancolía. El signo, esta espina entre ambos ojos, de cuantos no pueden sustraerse al Destino implacable.


Accitana de adopción, empeñada en la tantálica tarea de recuperar el legado monumental autóctono, esta escultora, a quien se deben, entre otras, las tallas de los Varones Apostólicos de la Catedral, nos ofrece una visión humana del escritor donde resuena aquel Guadix que le obsesionaba y fascinaba. Cien horas estuvo Lázaro Guil a su labor. Mirando la talla, rotunda en este mármol cálido de Macael que extrae de la luz escintilaciones sorprendentes, y reparando en esos ojos hipnóticos, perdidos en la inmensidad de su propio carácter indomable, ojos los de Alarcón hechos a afrontar el sol, tal vez, pienso, pueda adivinarse qué se dijeron entre ambos.


Programa 1997. Foto: Chules (©Archivo GUIL 2025)


IÑAKI GABILONDO, Premio ALARCÓN

Iñaki Gabilondo, San Sebastián, 1942, se licenció en la Escuela de Periodistas de Pamplona. En 1965 empezó a ejercer la docencia en el Instituto de Periodismo de la Universidad de Navarra. Su trayectoria en radio se inició vinculado a la Cadena SER como director de las emisoras en San Sebastián y Sevilla.


En 1976 dirigió el informativo Hora 25 y trabajó junto a Mercedes Milá en el programa Queremos saber. En el año 1980 fue nombrado director de los Servicios Informativos de la Cadena SER y un año después llegó a la dirección de los informativos de TVE.


Tras ocupar el puesto de director general de Radio Televisión – Grupo 16, se reincorporó en 1983 a la Cadena SER como director y presentador de Aquí, la SER, Matinal SER y Pido la palabra, sucesivamente. En televisión, ha presentado diversos espacios: En familia y Gente de primera en TVE; Iñaki los jueves en las Autonómicas y el pasado año realizó las entrevistas en el informativo Las noticias de Tele 5.


Desde el 22 de septiembre de 1986 dirige y presenta en la Cadena SER el magazine Hoy por Hoy. Ha recibido en cinco ocasiones el Premio Ondas, uno de ellos Internacional, además del Ortega y Gasset de radio en 1990.

AURELIO CAPPA, Premio CIUDAD DE GUADIX

Nació el 11 de agosto de 1964. Ha trabajado en los siguientes periódicos: El Día y Granada 2000, así como de corresponsal en El País, Diario 16 de Andalucía, El Sol y en las revistas Andalucía Actualidad y Tiempo. Y en las siguientes cadenas de radio: Radio Popular, Radio Nacional de España, Radio Granada y Canal Sur Radio.


Su labor profesional comenzó en 1986 y se desarrolló íntegramente en la provincia de Granada. Prácticamente desde el principio ha compaginado el trabajo en el ámbito de deportes con el de información general, especialmente en asuntos judiciales. Desde octubre de 1991 trabaja en la delegación de Granada de Canal Sur Radio.

Escrito por: Antonio Enrique

Concejalía de Cultura • Excmo. Ayuntamiento de Guadix
Imprenta Porcel. Fotografía: Chules.

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